lunes, 22 de abril de 2013

Sevilla... A Dios por el Amor. Por @BoroTriana

Sevilla. En ella dibujé la infancia en aquellos Jardines de María Luisa, junto a palomas que revoloteaban junto a mí mientras en mi mano prendía un cucurucho de papel con granos de su ansiada comida. Los recuerdo junto a mí. Papá vigilante y mamá temerosa vaya usted a saber por qué, mientras yo, entre gorgojos y aleteos, allí estaba dejando caer en el suelo el minúsculo alimento.

Eso sucedía cualquier domingo por la mañana, cualquier domingo, sí, pero no era mi domingo. No era Domingo de Ramos. Mi domingo era ese de la rampla del Salvador que días antes subiera y bajara entre torpes pasos y alguna que otra caída. Mi domingo era ese en el que yo quería ser nazareno. Ese en el que yo quería ser nazareno… pero de la Borriquita. Nazareno de los que acompañaban a ese Jesús triunfante que entre vítores dicen que decía… “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Y yo, que en sueños hacia Él corría, jamás pude alcanzarle. Nunca fui niño de capirote blanco enrollado en la frente y cogido de la mano de mi papá o de mi mamá como ahora les veo. Que suerte, pienso. Entonces la Cofradía salía tarde y yo era pequeño y nunca me dejaron acompañarle. Nunca fue el domingo blanco que ahora es.

Quizá por eso, cuando cada Domingo de Ramos les veo bajando la rampla vestidos con esa túnica resplandeciente y con esos pasos torpes protegidos y sujetos de la mano de sus papás, siento que el corazón se acurruca en mi alma, y siempre, siempre, antes de que el Paso encare la puerta, miro al cielo y se me escapa una oración mezcla de envidia y sueño. Yo nunca bajé esa rampla cogido de tu mano papá. Y ahora, en este Domingo de Ramos de hoy, una lágrima quiere rodar por mi mejilla. Pero no. No la dejo escapar porque así debe ser. Ahora suena el tintineo de las campanillas a la mecía del costero. Ahora suenan cornetas y tambores con Cristo del Amor quizá igual que antes aunque ya no pueda recordarlo. Y me aúpo, y les miro delante del paso perderse por Cuna, y envidio a ese niño que en poco comenzará a pedir la venia… “A Dios por el Amor…”

…Y vuelvo a mirar al cielo mientras la bulla se disuelve como azucarillo en café. La Plaza del Salvador se ha quedado vacía. Yo tengo seis años. Correteo por la rampla mientras mi mamá padece por si me caigo y mi papá sonríe ante el juego infantil. El paso de la Borriquita ya está en Cuna. No voy. Mi recuerdo se pierde entre nubes  de algodón. Ni tan siquiera sé si Zaqueo andaba ya, en aquel entonces, subido a la palmera. Y ahora, sin embargo, me siento morir entre infantiles sueños de un nazarenito de blanco con su carita asomada a esa Sevilla de Domingo que estrena la ilusión de palmas y ramos. Nazarenos de blanco se me escapan entre los dedos y se hacen más pequeños todavía calle abajo. En mi sueño voy sentado a lomos de esa pequeña borrica vacía de dueño que a Dios acompaña. Permíteme, Señor, semejante atrevimiento.


@BoroTriana para @LaCeraFundida en una madrugada de sábado 20 de abril de 2013, a poco ya de que se apaguen los farolillos de Feria y otra vez vuelva el sueño de la Semana Santa.