domingo, 10 de marzo de 2013

UNA MAÑANA DE ESPERANZA… TRIANA. @BoroTriana


Era mañana de viernes santo. Mañana de Esperanzas aunque Ellas ya enamoraran Sevilla en la Madrugá. A la Morena, a la del arrabal trianero la había seguido hasta que en Campana, tras la lluvia de pétalos de O’Donnell, alguien me dijera que hasta aquí puede llegar usted… Y así, entre palmas y vítores se me perdió en Campana.

Y en la mañana siguiente, de repente, mi sobrina Paula agitaba mi cuerpo intentando que despertara…

      ¡Tito… ¡ Qué ya es tarde, que ya pasan de las nueve… Me dijiste que a las ocho nos levantaríamos para ir al puente… y ahora qué… seguro que la Virgen ya habrá pasado…
      Paula, Paula… ¿qué sucede? —balbuceaba mientras intentaba reaccionar ante tan repentino despertar.
      Pues que son casi las nueve y media, y la Virgen ya estará en Triana y allí no la podremos ver con tanta bulla…

Reaccioné, claro que lo hice, le había prometido que iríamos bien prontito al Altozano a ver a la Esperanza de Triana y me había dormido…

      Tranquila Paula, el tito se viste en un plis-plás y en nada nos vamos.

Y así fue. A los pocos minutos ya corríamos, ella de mi mano, Reyes Católicos arriba. El palio de la Esperanza se vislumbraba al fondo, prácticamente ya en el puente. El gentío la rodeaba. Imposible adelantarla por allí. Seguimos corriendo y decidí entrar a Triana por el puente de la Expiración y por la calle Castilla llegar al Altozano. Si nos dábamos prisa llegaríamos antes que Ella. Yo jadeaba de tanto andar rápido. A Paula le sudaba la mano que seguía apretando la mía cuando nos asomamos a la plaza alta y vimos el palio de la Virgen frente a la Capillita del Carmen. Sonaba Triana de Esperanza y a lo lejos, entre el murmullo de la gente se dejaba oír el cantar de la Salve que llegaba a nuestro oídos. Paula tiraba de mi brazo y supe al instante lo que quería: la subí a horcajadas sobre mis hombros.

Y reviró la Señora. Eran treinta metros, no más, lo que distaba de nosotros. Sin saber cómo, nos mezclamos junto con los nazarenos de capirotes verdes mientras Ella se acercaba paso a paso abriéndose camino. Llegó justo delante nuestra. Sonó el Martillo. Era el Juanma…

—¡Pararse ahí…! ¡Ahí queó! —Y el palio, a las palabras del capataz —t’os por iguá— se posó justo delante nuestra.

Sentí un tirón en el pelo. Era Paula sobre mi cabeza. Me giré para verla. Estaba llorando. Cinco lágrimas surcaban sus mejillas blancas esas de una niña de siete años. Sus labios dibujaban una mueca, eso que llaman puchero. Su pecho se agitaba en la zozobra a son de latidos de corazón. Instantes después Juanma tocó el martillo tres veces y arengó a sus costaleros. Con el último golpe La Esperanza se levantó al cielo azul de Triana. Volvió a sonar una marcha. Campanilleros inundó con sus notas el Altozano y el palio se nos fue de frente buscando San Jacinto. A Paula, de mis hombros la pasé a mis brazos. Sus lágrimas se perdían ya casi en su barbilla que seguía moviéndose en un tembleque emocionado. La apretujé sobre mi.

      ¿Qué pasa cariño…?
      Tito… —me dijo sin parar de llorar— La Virgen me ha dicho que no me preocupe, que los abuelos están aquí, en Triana, con Ella, que esto es el cielo y que los está cuidando para que ellos nos cuiden a nosotros también.

…Y lloré como un chiquillo mientras en mi hombro, Paula, apoyaba su cabecita y sus últimas lágrimas empapaban mi camisa. La Esperanza de Triana se iba perdiendo a lo lejos y ya casi rozaba la Estrella. Mi Estrella. Los abuelos de mi sobrina… mis papás. Mamá, Papá, estáis con Ella. Y mirando al cielo les mandé un beso. Después, enjuagándonos las lágrimas, volvimos a casa.

@BoroTriana para La Cera Fundida, recuerdos de una mañana de viernes santo. 2005.