jueves, 22 de agosto de 2013

ALEGRÍA EN BLANCO por @BoroTriana


(En prosa y verso libre)
Para el Blog La Cera Fundida. Agosto 2013.


Sevilla. Semana Santa. En principio no importa el año… Siendo Semana Santa en Sevilla,… ¿qué más da el día si todos se me acontecen entre pasión y gloria? Pero de acuerdo, está bien, hoy es, y por eso acontece lo que os cuento, Domingo de Ramos. Luz en el Porvenir. Paz. Alegría en blanco. Contraste con lo que vendrá más tarde: Mismo color pero entonces todo quedará envuelto en silencio cuando a Sevilla ya la acune la noche y en ese acurrucar no se adormezca: será silencio blanco. Ahora, en esta mañana, todo es entusiasmo de barrio y a ello quiero referirme.

Amanece. Es domingo y lo hace con un cielo azul y nubes grises que se dibujan sobre relucientes celestes, entre tanto es mi hija que ya no duerme…

¿Papá, lo vas a estrenar?
Claro que sí hija mía, ya estrené tu regalo.
Gracias papá, pensé que te habías olvidado.
Que no vida mía, ni hablar…
cómo me iba yo a olvidar
queriéndote como te quiero… tanto.

Y salgo de casa. Paseo bajo un fresco amanecer. Camino despacio. La sombra de los Jardines de María Luisa azuzan los recuerdos de una infancia lejana. La fuente borbotea y algunos coches de caballos ya hacen fila esperando ese primer paseo de trotar alegre sobre los adoquines de Sevilla. Y entonces, mientras observo el sol que comienza a colarse entre las ramas de los árboles, viene a mi mente lo que viví ayer mismo en el barrio donde ahora me dirijo.

Mañana de Pasión, momentos de un sábado: Llovía a mares —jarreaba que por aquí decimos— mientras yo, en la Parroquia de San Sebastián gozaba mirando como el equipo de priostía ultimaba los trabajos en paso y palio. ¡Qué guapa la Virgen de la Paz! Blancura infinita sobre cuanto le rodeaba:

Techo de palio entre varales soportado,
bambalinas casi transparentes colgando,
flores que eran rosas blancas trabajadas a mano
rezumando dulzura en cada uno de sus cuatro costados.

Pero sobre todo esa Virgen perfil de mirada sufrida y tez con lágrimas perladas. Toda Ella se me representó como la claridad de lo celestial. Luz divina. Divina luz…




Y entre tanto…
una joya que no cuadra
y no es mechón de su cabello.
A de quedar, pienso,
como la gloria del cielo.
Y el muchacho lo encara,
y el prioste lo señala
Ahora sí, ahora sí… perfecto.
Amor, Paz, mañana Tú serás de ellos.

Y llevándome a la Virgen me levanté despacio,
dolía… hasta el crujir del reclinatorio del banco.
 Giré la cabeza y allí está Él, en su paso.
 Dios de la Victoria bajo una cruz, derrotado.


Tez morena. Expresión tranquila y bondadosa. Ojos perdidos y suplicantes entre lo que ya sucede y lo que tiene que venir. Es curioso —pensé— que se llame Porvenir a ese barrio que acoge el momento en el que un siervo del juez maldito va a depositar la Cruz en el hombro del Hijo de Dios. Pasión. Muerte en lo que deberá venir… Porvenir. Juego de palabras que encierra magisterio, pena, dolor, sufrimiento y al final, esa muerte dolorosa por cada uno de los que en esa mañana de sábado lo contemplábamos entre silencios callados de idas y venidas de hermanos que trabajaban en esa hermosa parroquia de barrio.




Paso de misterio, respiraderos dorados,
 Nuestro Padre Jesús de la Victoria,
dolor paciente, hasta diría yo, que templado,
que hasta le imagino sonreír desde cielo observando,
cómo que le clava un alfiler un muchacho
 tan despacio, que apenas si le ha rozado.
Es túnica nueva para su Señor este año.

Perfecta la bocamanga que por fin quedó en su justa medida porque el pedacillo blanco de la camisola iba más allá de lo correctamente debido.

No añadiré nada más: Paz. Es eso lo que sentí ayer en un banco de la Parroquia de San Sebastián mientras el equipo de priostía culminaba su trabajo: la Divinidad en paso y palio para que mañana se reparta por Sevilla. Paz de un año nuevamente aunque cada año se repita. Qué acertado está ese nombre cuando ayer encerraba en mí  él sentimiento de ese Sábado de Pasión. Hermandad. Paz.




Ahora, hoy, ya es Domingo de Ramos. Atrás quedó el cariñoso reclamo de mi hija, el esplendor de la Plaza de España y las entre luces de los jardines del Parque de María Luisa. Ahora, a medida que avanzo callejeando por el barrio del Porvenir la gente se va agolpando en esa calle Río de la Plata que va a acoger los primeros andares de la Hermandad de la Paz. Mi corazón late más fuerte. Tengo que hacerme sitio entre la bulla que ya llena las aceras y las traspasa más allá del bordillo de éstas. Yo lo quiero ver salir y ya es la hora. No estoy junto a la verja, quedé lejos y aun así, distingo a la perfección los capirotes blancos de los hermanos que tras la Cruz de Guía, de dos en dos, traspasan el umbral de la Iglesia y embellecen el barrio. Es Domingo de Ramos. Todo comienza. Ya está aquí la Pasión convertida en alegría y luz.

¿Hay silencio…? No lo hay por que es la misma gente que entre siseos lo pide. Y al final se logra escuchar. Suena el martillo. Tres golpes. Antonio Santiago, capataz, habla a sus costaleros para que tras esa llamá se deje, en una corta chicotá, el paso de misterio encarado en la mismísima puerta de la Iglesia. A lo lejos se deja oír el racheo del rozar de la alpargata del costalero sobre el mármol de la Parroquia. Golpe de martillo y tras un ¡Pararse ahí! el paso del Señor desciende hasta que los costeros, por igual, lo depositan en el suelo junto al cancel de la puerta. Y al momento tres golpes más. Va al cielo tras unas palabras que no acierto a distinguir. Y abajo los cuerpos. La cruz acaricia sin tocar el dintel de la puerta. Dios, el Dios de la Victoria ya está en la calle. No hay música que yo pueda escuchar porque la he perdido entre esos ojos color dolor.

El aplauso, tras una saeta, me devuelve a la realidad para contemplar como al cielo, otra vez, se eleva el paso de misterio que dibuja el instante en el que Dios va a soportar sobre su hombro el peso de la cruz. Y así, despacio, sobre los pies, se me pierde calle abajo entre sones de cornetas y tambores mientras yo intento no perderle siguiéndole entre hombros altos. Al momento ya no acierto a verle.

Después, entre la gente, poco a poco y en apreturas, me hago un pequeño hueco junto a la cancela donde apoyo mi ya maltrecho y cansado cuerpo.

Y miro… veo… siento… Tras un tramo,
otro tramo de nazarenos blancos
¿De que color quieres que sean hoy
si hoy es La Paz en Domingo de Ramos?

Y más nazarenos, más Domingo Blanco.
Chiquillos primero, después, medianos.
Y cerrando la cofradía mayores al fin y al cabo.

Sale el Libro de reglas, y a poco el Estandarte,
Bacalao que en Sevilla llamamos,
ahí están por fin los últimos el cortejo cerrando,
y en la Iglesia, ya la Virgen se mueve despacio.


Entre cabezas que se aupan sobre la punta de los pies ya la distingo. Asoma lento. Otra vez los cuerpos a tierra, ahí está del Porvenir la Señora… No hay aplausos todavía. Se hace el silencio entre la gente que mira, y llora…

Es la Virgen de la Paz, luz que llega alumbrando.
Llama el capataz salir y el salir lo hace despacio.
Es un rachear cadente, es, la Alegría en blanco.
Bambalinas que se mecen. María bajo Palio.
Música de marcha. La Virgen de la Paz ya está en su barrio.
Y brilla tanto esa luz... Es la Alegría en blanco.

 Alegría que se me pierde ahora calle abajo.
 Y una oración se me escapa mientras ya veo solo el manto:
Virgencita de la Paz, permíteme verte otro año
 cuando en primavera derrames en este Porvenir, tu barrio,
de Tu mirada la luz, aquí donde eres, Alegría en blanco.




© BoroTriana para el blog La Cera Fundida una noche cualquiera soñando, otra vez más, con un Domingo de Ramos. Agosto 2013.