Hermandad de los Dolores de Torreblanca y
a lo que en su título se añade lo de humilde y fervorosa. Y a lo que se le
podría añadir de esforzada —cruz de guía para el bien del prójimo en un
ambiente de barrio duro—, caritativa hasta extremos insospechados para muchos
que no saben y guión que agrupa bajo su estandarte a gente que recibe demasiado
poco para dar mucho más…Y así, qué se yo la de cosas que se podrían añadir para
quién se tiene que enfrentar día tras día a una existencia que, arropada en el
amor a ese Dios Cautivo frente a Pilato y acunada entre los pliegues del manto
de su Virgen María Santísima de los Dolores busca y encuentra caminos para encauzar
a su gente hacia el buen fin, elevando hasta donde casi ya no se puede a todo
un barrio.
…Y vino a Sevilla un día para un Vía
Crucis que alguien le quiso llamar Magno. Y se trajo a sus gentes, y a su
devoción, y a su ilusión, y a su fe, que por la Fe dicen era el acontecimiento.
Y llenó su pueblo la Iglesia de Santa Marina en la calle San Luis, una calle de
la Sevilla de la buena. Esa Sevilla de palcos, de carrera oficial, de teja y mantilla,
de traje oscuro y corbata. Y allí, en esa Sevilla, montó su paso esperando ese momento
maravilloso en que por primera vez iba a ver cumplido un sueño: ir a la Casa
Grande de Dios, esa que es Santa Iglesia Catedral con el mismo Dios que el
barrio de Torreblanca había traído Cautivo ante Pilato.
…Y Dios no quiso que hasta allí fueran, por
que… —¿Cuándo dejará Dios de escribir con renglones torcidos?— en ellos había dejado escrito que llovería en
esa mañana de una gloria incongruente con un primer Domingo de Cuaresma. Y
porque así tenía que ser, tuvo el Dios Cautivo que quedarse en ese templo
prestado...Y por eso, en esa mañana de cielo gris lloraban sus hermanos muchas
lágrimas. Más, muchas más que gotas caían de las nubes mientras sus oraciones y
sus plegarias mezcladas con el desconsuelo amargo de no ver cumplido un sueño,
rompían la mañana y se elevaban hasta lo más alto.
…Y sí quisieron y así lo hicieron, ya ves
tu el pecado, que Cautivo Dios frente a Pilato viera Sevilla, esa otra Sevilla
distinta tan diferente a la de Torreblanca. Y atravesaron con su paso el cancel
de Santa Marina y allí, en ese pequeña plazoleta lo arriaron para
que la gente de ese barrio distante le rezara y viera como su Hermandad pisaba por
unos pequeños instantes, ese mismo adoquín que pisa Dios una madrugada, cuando ya
está Resucitado. Pero a lo lejos se retumbó una voz grave que salió de la
Sevilla más profunda, esa Sevilla que algunos confunden y mal llaman rancia, y en
ella gritaron… TORREBLANCA, ¿QUO VADIS? Y Torreblanca, humilde y fervorosa, regresó
a su barrio en silencio a la espera de un Sábado de Pasión.
Boro Triana
@LaCeraFundida