domingo, 27 de enero de 2013

Sevilla también siente.

A veces, Sevilla está triste. A veces, a Sevilla le duele el corazón. Le duele el corazón y sufre cuando levanta la vista y observa lo que está cambiando en la gente, lo que está provocando que en muchas ocasiones, se vean desvirtuadas algunas de las tradiciones de nuestra ciudad.
Sevilla está triste cuando sus monumentos históricos (y mas, si son sede canónica de Hermandades) se ven sin un respaldo financiero para llevar a cabo una urgente y necesaria restauración, cuando se derrocha el dinero en las más absurdas de las chorradas.
Sevilla está triste también, cuando aumenta el número de "seguidores" de una Hermandad y no aumenta su número de devotos, cuando los cofrades "retuitean" solamente a las Hermandades de moda.
Sevilla está también triste cuando escucha comentarios de la boca de algún "kofrade", que desprecian a hermandades que no hacen cambios o que su idiosincrasia no es alegre y con jolgorio.

Cuando algún inculto, cateto, incluso me atrevería a decir imbécil, trata a la Semana Santa como si de futbol se tratará, estableciendo un equipo en Triana y otro en el otro lado de la ciudad, y intentan rivalizar entre devociones que SON LA MISMA. Cuando todo esto ocurre, Sevilla llora.
¿Acaso no creéis que Sevilla llora cuando miles de cofrades solo se acuerdan de ella una vez al año? ¿O cuando hay en este mundillo personas despreciables que anteponen intereses personales al bien de algún colectivo?
Cuando se trata de gente despreciable no creo que Sevilla llore, pienso que Sevilla siente asco de estos individuos que todos os habréis encontrado a lo largo de vuestra vida cofrade.


Y como no todo en esta vida es malo, Sevilla también sonríe.
Sonríe cuando ve una lágrima de emoción en la cara de un muchacho cuando pasa por delante de él la imagen de su corazón.
Sonríe también cuando ve que hay personas que día a día se parten los cuernos por sacar adelante su hermandad y sin pedir nada a cambio. En este caso, Sevilla sonríe con más fuerza aún, ya que gracias a la bendita Semana Santa se forjan corazones buenos.
Cuando por más que el tiempo avance, la devoción al Señor de Sevilla sigue siendo imperturbable y su mirada sigue encogiendo el corazón a todo el que lo visita.
No solo Sevilla llora, Sevilla también se ríe y se alegra, como si de una personificación se tratara.
En nuestras manos está cuidar nuestra Semana Santa, e intentar que Sevilla no llore; que sienta alegría y que nuestra Semana Santa conserve su esencia por los siglos de los siglos...

Manuel Fernández
@LaCeraFundida